La Barcelona Gitana. El Album Familiar del Payo Chac


Publicado en Cultura/s La Vanguardia. 13 Julio 2011.
 Imagen: Verbena en la Bodega Rosita del Paral.lel. J. Léonard. Arxiu Fotogràfic Barcelona


Pocas veces se ha retratado la Barcelona gitana como lo hizo Jacques Leonard. Por lo menos, con esa mirada tan cercana de quien conoció de primera mano la realidad de un colectivo tan importante para la memoria de la ciudad. Nacido en París en 1909, hijo de una acaudalada familia francesa, pasó gran parte de su juventud dedicado al cine. Desde su colaboración en 1931 con los estudios Gaumont, su vida crecerá paralela a la industria cinematográfica y al trabajo con prestigiosos directores como Tourjansky o Abel Gance. Su carácter eminentemente nómada lo llevará a viajar hasta Argelia, Libia, India, Lisboa, Grecia y Australia hasta que en los años cuarenta descubrirá su pasión por Barcelona, una ciudad en la que decidirá vivir y profesionalizarse como fotógrafo. Es aquí, cuando en 1953 se producirá un hecho que cambiará radicalmente su vida: el encuentro con Rosario Amaya, gitana de las barracas de Montjuïch, modelo de pintores y prima de la bailaora Carmen. El tímido y reservado Leonard se sentirá fascinado desde el primer momento por esa mujer de gran belleza, que parecía salida de un cuadro de Nonell. Después de un noviazgo que pasará largas horas en Los Caracoles de la calle Escudillers, y de una boda en París, Jacques Leonard se convertirá en el hombre de Rosario, el payo francés o Payo Chac como lo llamarán sus amigos y familiares. Es a partir de este momento cuando iniciará un trabajo personal, al margen del profesional, retratando de forma apasionada y casi visceral la cultura, tradiciones y costumbres del mundo gitano. Su situación como fotógrafo era privilegiada. Leonard era el metèque, el extranjero, pero al mismo tiempo el miembro de la familia, aquel que puede mirar desde dentro, tomar notas y fotografiar una realidad que también era la suya. La vida cotidiana en las barracas del Somorrostro y Montjuïch. La peregrinación anual a Saintes de la Mer, en La Camarga. Las bodas gitanas, con sus ritos y la presencia casi espectral de la juntaora. Entrando allí donde nunca antes lo había hecho la cámara, en la intimidad de un velatorio donde los familiares veneran los objetos de un cuerpo ausente. Sus fotografías constituyen un homenaje a Rosario y dotan de una fuerte identidad a la mujer gitana. También son un homenaje a la ciudad, omnipresente en sus espacios de encuentro, como la fiesta en la bodega Ca La Rosita del Paralelo. El baile desvela el verdadero sentir gitano, con una secuencia casi cinemática.
Un impresionante trabajo que desde ahora puede verse en la exposición “La Barcelona Gitana”, que se celebra en el Archivo Fotográfico de la ciudad. De visita casi obligada, si se tiene en cuenta que hasta ahora estas imágenes habían permanecido inéditas. Su trabajo nunca tuvo visibilidad y fue rechazado en su día por la censura. Sus fotografías, pese a su carácter doméstico, eran subversivas. No respondían a la retórica dominante marcada por una proyección excesivamente amable y populista del colectivo gitano.
La casualidad hizo que después de su muerte, fueran sus hijos quienes encontraran este tesoro, guardado en cajas de zapatos en el trastero de su casa. Más de 3.000 negativos sobre la vida gitana, que fueron depositados en el Archivo Fotográfico de Barcelona, de los que ahora podemos ver una selección en la exposición. Un total de 80 fotografías entre tirajes actuales y tirajes vintage, y una selección de objetos personales donde descubrimos el manuscrito del libro Les gitans. Les quatre fers en l’aire, un encargó de la editorial Plon de Paris, que nunca llegó a publicarse. No estamos ante un trabajo fotográfico de documentación, sino de inmersión e identificación personal, de quien estuvo a lo largo de su vida buscando en todas esas experiencias su propia identidad. De aquel Jacques Leonard que de niño descubría a través de una fotografía familiar, su propia ascendencia gitana por parte de padre. Son ahora, las fotografías de su propia familia, las que desvelan de forma excepcional ese mundo inédito, un itinerario personal y doméstico que se ha convertido, no obstante, en pieza clave de nuestra memoria urbana. Y que nos invitan a mirarla de otra manera.


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